▲dfr

El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que ofreces a cambio.

Pero ahora podemos hacerlo todo el tiempo y no sabemos parar. Cuando el cerebro libera demasiada dopamina, acaba suprimiendo su producción normal.

Somos el producto. Pero la política de sus dos mil doscientos millones de usuarios ha sido aceptarlo. No la banalidad del mal sino la banalidad de la comodidad del mal.

El icono mismo es un desencadenante. El icono es la palanca y tú eres el ratón.

Si le hubieran dado a un faraón los detalles y el diseño exacto de un coche, y hubiera podido entenderlos completamente, habría necesitado todos los recursos de su reino para construir las miles de partes de un solo coche, y ese coche se hubiera averiado en su primer viaje a Giza.

mathwashing: higienizar una conducta discriminatoria y vejatoria con la mano limpia del código.

la conciencia de una brecha que separaba claramente a dos grupos desiguales de personas: las que tomaban decisiones y las que sufrían las consecuencias. El 1 por ciento y todos los demás.

Orwell temía a aquellos que prohibían los libros. Huxley temía que no hubiera razones para prohibir libros porque no quedaba nadie que los quisiera leer.

”¡Jamás pensé que los leopardos se comerían mi cara!”, llora la mujer que votó por el Partido de los Leopardos que Devoran Caras.

David Whyte, “nuestra sensación como de estar heridos cuando hay falta de pertenencia es de hecho una de nuestras competencias más básicas”. Pero se puede estar solo a solas y estar solo en la multitud. Durante la mayor parte de nuestra historia hemos sobrevivido en grupos relativamente pequeños. Cuando la sociedad empieza a crecer por encima de nuestra capacidad de control buscamos maneras de segregarnos y grupos a los que “pertenecer”: raza, religión, edad, preferencias musicales, literarias, estéticas. El capitalismo crea identidades de consumo.

La confirmación de nuestro entorno refuerza los sesgos que nos han unido en primer lugar y los radicalizan. Ya no somos vegetarianos sino veganos, no somos progresistas sino radicales de izquierda, no somos personas sino activistas de nuestra propia visión del mundo.

Es interesante recordar eso cuando se discute con esta clase de trolls: cada minuto que pasamos negando sus disparatadas afirmaciones, él hace caja.

El enemigo conoce el sistema, Marta Peirano